• Ser escritor y escribir significa sentirse libre. Significa cumplir la propia función. Hace tiempo, creía que la libertad consistía en hacer todo lo que uno quisiese. Sin embargo la libertad consiste en entender quiénes somos, entender lo que tendríamos que hacer en esta tierra y, por fin, simplemente hacerlo.
• Cuando escribáis, utilizad detalles originales. La vida es tan rica que, si conseguimos escribir los detalles reales de la forma en la que las cosas eran y son, ya no hace mucho más.
• Relajaos, gozad, estad presentes y abrid vuestro corazón. Espontáneamente iréis absorbiendo el ambiente que os rodea y, más tarde, sentaos a frente a la mesa de escribir, conseguiréis recordar, con la máxima precisión.
• Nuestra vida es ordinaria y al mismo tiempo mítica. Vivimos y morimos, envejecemos maravillosamente o nos llenamos de arrugas. Nos despertamos por la mañana, compramos algo y esperamos tener en la cartera lo bastante para pagarlo. Y al mismo tiempo el corazón, máquina perfecta, sigue latiendo a través de todos los dolores y todos los inviernos que vivimos sobre esta tierra. Nosotros somos importantes, y nuestras vidas son importantes, mejor dicho, magníficas, y vale la pena registrar sus detalles. He aquí como tiene que pensar el que escribe, he aquí como hay que sentarse con la pluma entre los dedos. Estamos aquí, somos seres humanos; así es como hemos vivido, que todo el mundo lo sepa; el mundo ha pasado delante de nosotros. Nuestros detalles son importantes. De lo contrario, si no lo fueran, podríamos dejar caer una bomba y no cambiaría absolutamente nada.
• El escritor debe decir sí a la vida, a cada aspecto de la vida. Tenemos que convertirnos en escritores que aceptan las cosas como son, que consigue apreciar el detalle y avanzar con un sí en los labios, de forma que alrededor nuestro ya no hayan más negaciones, negaciones que le quitan valor a la vida y borran estos detalles de nuestro mundo. “Acariciad los detalles”, dice Nabokov, rozadlos tiernamente.
• El escritor vive dos veces. Lleva su propia vida cotidiana, y en ella corre como todo el mundo yendo a comprar, atravesando la calle, vistiéndose por la mañana para ir a trabajar. Pero el escritor ha entrenado, al mismo tiempo, otra parte de sí mismo. La que vuelve a vivir todo esto por segunda vez. La que se sienta y vuelve a recorrer mentalmente todo lo que ha sucedido, deteniéndose a observar su consistencia y sus detalles.
• Igual que las obsesiones, también nuestros sueños tienden a volver a aflorar. Haríamos mejor en prestarles atención, y a actuar en consecuencia. Es una forma de penetrar en nuestra vida; de otro modo, podríamos ir a la deriva con nuestros sueños durante toda la eternidad.
• Es mucho mejor ser escritores tribales, que escriben para todos y reflejan muchas voces en la propia, que vivir en el aislamiento, a la búsqueda de una miga de verdad en nuestra mente individual. Hay que crecer, expandirse, y escribir abrazando al mundo entero.
• Si en nuestro barrio hay otras personas que escriben, es bueno conocerlas y encontrarse, para ayudarse unos a otros. Es muy difícil perseverar en la soledad. Guardad en el desván la idea del artista solitario y sufridor. El sufrimiento es parte de la condición humana. No hagáis que las cosas sean más difíciles de lo que son.
• Olvidémonos de nosotros mismos. Sumerjámonos en lo que miramos, hasta desaparecer.
• Aunque no escribamos, seguimos siendo escritores. No es algo que podamos sacudirnos de encima. Caminemos cono lo haría un animal. Hagamos que todo lo que nos rodea se convierta en presa. Utilicemos los sentidos como los utiliza un animal.
• Crearse un espacio para escribir es otro signo de un compromiso mayor.
• El trabajo del escritor consiste en dar vida a lo banal, en volver a despertar al lector a la excepcionalidad de lo existente.
• Saca otro bloc, coge la pluma, y escribe, escribe, escribe. En el centro del mundo, es suficiente con dar un solo paso positivo. En el centro del caos, es suficiente con hacer un sólo acto definitivo. Escribe y basta. Di que sí, quédate vivo, mantente despierto. Escribe y basta. Escribe, escribe.
• Cuando estamos realmente dentro de lo que estamos escribiendo, no importa dónde nos encontremos, porque de todas maneras es perfecto. Saber que podemos escribir en todas partes, nos da una sensación de gran autonomía y seguridad. Si queremos escribir, al final encontraremos, sin duda, la oportunidad de hacerlo.
• Os doy este consejo por experiencia personal. Avanzad siempre más allá de donde creéis poder llegar.
• Hay una frase se Gore Vidal que cito a menudo: “Como todo autor (y todo lector) sabe, escribir bien es el viaje más bonito que existe”. No nos creemos el problema de escribir “bien”; simplemente escribir, ya es el paraíso.
• Nuestro secreto más profundo es que escribimos porque amamos el mundo. ¿Y por qué, entonces, no decidirse a sacar este secreto que hay en nosotros, y llevarlo a las salas y las galerías, el jardín y el mercado? Que todo florezca.
• Cuando aceptamos estar predestinados para escribir, tras haberlo probado todo, nos encontramos frente a un camino obligado. .
Fuente:
"El gozo de escribir" Natalie Goldberg.
• Cuando escribáis, utilizad detalles originales. La vida es tan rica que, si conseguimos escribir los detalles reales de la forma en la que las cosas eran y son, ya no hace mucho más.
• Relajaos, gozad, estad presentes y abrid vuestro corazón. Espontáneamente iréis absorbiendo el ambiente que os rodea y, más tarde, sentaos a frente a la mesa de escribir, conseguiréis recordar, con la máxima precisión.
• Nuestra vida es ordinaria y al mismo tiempo mítica. Vivimos y morimos, envejecemos maravillosamente o nos llenamos de arrugas. Nos despertamos por la mañana, compramos algo y esperamos tener en la cartera lo bastante para pagarlo. Y al mismo tiempo el corazón, máquina perfecta, sigue latiendo a través de todos los dolores y todos los inviernos que vivimos sobre esta tierra. Nosotros somos importantes, y nuestras vidas son importantes, mejor dicho, magníficas, y vale la pena registrar sus detalles. He aquí como tiene que pensar el que escribe, he aquí como hay que sentarse con la pluma entre los dedos. Estamos aquí, somos seres humanos; así es como hemos vivido, que todo el mundo lo sepa; el mundo ha pasado delante de nosotros. Nuestros detalles son importantes. De lo contrario, si no lo fueran, podríamos dejar caer una bomba y no cambiaría absolutamente nada.
• El escritor debe decir sí a la vida, a cada aspecto de la vida. Tenemos que convertirnos en escritores que aceptan las cosas como son, que consigue apreciar el detalle y avanzar con un sí en los labios, de forma que alrededor nuestro ya no hayan más negaciones, negaciones que le quitan valor a la vida y borran estos detalles de nuestro mundo. “Acariciad los detalles”, dice Nabokov, rozadlos tiernamente.
• El escritor vive dos veces. Lleva su propia vida cotidiana, y en ella corre como todo el mundo yendo a comprar, atravesando la calle, vistiéndose por la mañana para ir a trabajar. Pero el escritor ha entrenado, al mismo tiempo, otra parte de sí mismo. La que vuelve a vivir todo esto por segunda vez. La que se sienta y vuelve a recorrer mentalmente todo lo que ha sucedido, deteniéndose a observar su consistencia y sus detalles.
• Igual que las obsesiones, también nuestros sueños tienden a volver a aflorar. Haríamos mejor en prestarles atención, y a actuar en consecuencia. Es una forma de penetrar en nuestra vida; de otro modo, podríamos ir a la deriva con nuestros sueños durante toda la eternidad.
• Es mucho mejor ser escritores tribales, que escriben para todos y reflejan muchas voces en la propia, que vivir en el aislamiento, a la búsqueda de una miga de verdad en nuestra mente individual. Hay que crecer, expandirse, y escribir abrazando al mundo entero.
• Si en nuestro barrio hay otras personas que escriben, es bueno conocerlas y encontrarse, para ayudarse unos a otros. Es muy difícil perseverar en la soledad. Guardad en el desván la idea del artista solitario y sufridor. El sufrimiento es parte de la condición humana. No hagáis que las cosas sean más difíciles de lo que son.
• Olvidémonos de nosotros mismos. Sumerjámonos en lo que miramos, hasta desaparecer.
• Aunque no escribamos, seguimos siendo escritores. No es algo que podamos sacudirnos de encima. Caminemos cono lo haría un animal. Hagamos que todo lo que nos rodea se convierta en presa. Utilicemos los sentidos como los utiliza un animal.
• Crearse un espacio para escribir es otro signo de un compromiso mayor.
• El trabajo del escritor consiste en dar vida a lo banal, en volver a despertar al lector a la excepcionalidad de lo existente.
• Saca otro bloc, coge la pluma, y escribe, escribe, escribe. En el centro del mundo, es suficiente con dar un solo paso positivo. En el centro del caos, es suficiente con hacer un sólo acto definitivo. Escribe y basta. Di que sí, quédate vivo, mantente despierto. Escribe y basta. Escribe, escribe.
• Cuando estamos realmente dentro de lo que estamos escribiendo, no importa dónde nos encontremos, porque de todas maneras es perfecto. Saber que podemos escribir en todas partes, nos da una sensación de gran autonomía y seguridad. Si queremos escribir, al final encontraremos, sin duda, la oportunidad de hacerlo.
• Os doy este consejo por experiencia personal. Avanzad siempre más allá de donde creéis poder llegar.
• Hay una frase se Gore Vidal que cito a menudo: “Como todo autor (y todo lector) sabe, escribir bien es el viaje más bonito que existe”. No nos creemos el problema de escribir “bien”; simplemente escribir, ya es el paraíso.
• Nuestro secreto más profundo es que escribimos porque amamos el mundo. ¿Y por qué, entonces, no decidirse a sacar este secreto que hay en nosotros, y llevarlo a las salas y las galerías, el jardín y el mercado? Que todo florezca.
• Cuando aceptamos estar predestinados para escribir, tras haberlo probado todo, nos encontramos frente a un camino obligado. .
Fuente:
"El gozo de escribir" Natalie Goldberg.
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